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La incomodidad de no ser coherentes.

La incomodidad de no ser coherentes.

A todos nos encanta pensar que somos personas coherentes, pero como seres imperfectos que somos, la realidad es que no siempre conseguimos hacer lo que decimos o lo que pensamos. A la sensación que produce percibirnos incoherentes en psicología se llama disonancia cognitiva, una especie de incomodidad o tensión al ser conscientes de que en nuestro pensamiento hay una encrucijada que no nos cuadra. Por el contrario, ser coherente sería cuando lo que sé, lo que quiero y lo que hago van en la misma línea. Ejemplos de incoherencias serían: Mantener dos ideas incompatibles o contradictorias; decir o pensar una cosa y hacer otra distinta; decidir que hemos dejado de hacer algo y a pesar de eso hacerlo. Si nuestra incoherencia no nos crea incomodidad, entonces es posible que tengamos otros problemas diferentes, como falta de conciencia de un problema, falta de disciplina, falta de autocontrol o falta de motivación. Cuando nuestras creencias no van en el mismo sentido que nuestros actos, podemos hacer dos cosas: -Una es dar más valor a la opción elegida en este momento y darle menos a la alternativa no seleccionada, de forma que damos importancia a lo que más nos interese. Por ejemplo, “por una copa no me va a pasar nada; es sólo algo agradable que me quiero permitir”, o “sólo es un trozo de pastel; luego hago ejercicio y lo quemo. Si no puedo darme un pequeño premio, ¿qué me queda?” Esto explica nuestra tendencia a la autojustificación y la autoindulgencia. Al justificarnos conseguimos reducir la ansiedad que nos provoca nuestra actuación, conseguimos darle una coherencia y una validez. Negamos nuestra...
¿Esa edad tengo yo?

¿Esa edad tengo yo?

Era una mañana cualquiera. José Luis leyó en el periódico “un hombre de 42 años…” y de repente cayó en la cuenta: “anda, pero si yo tengo 42 también”. Se sorprendió. Había visto la noticia con distancia y se había formado su propio estereotipo de esos 42 años, que no encajaba con su imagen de sí mismo. A la hora de activar un estereotipo, nos influyen las ideas preconcebidas que tenemos del mundo, que hemos recibido a través de las películas, las novelas, o cualquier medio que contribuya a crear las imágenes que tenemos del mundo. Todos guardamos estereotipos sobre ciertos conceptos, aunque a veces no nos sirven de mucho. Es curioso cómo vemos la edad distinta si se trata del “otro”, en abstracto, o de nosotros mismos, sobre todo conforme nos hacemos adultos. Se produce una separación entre la edad subjetiva y la objetiva, y los estereotipos nos ayudan a separarlas. Tendemos a imaginar a una persona adulta con determinado aspecto, atuendo, o actitud (de señor o señora), mientras que cada vez son más las personas que alargan su identidad con un aspecto juvenil o desenfadado, que acompañan con una actitud de persona que no se siente particularmente mayor. El niño que llevamos dentro, junto a nuestra faceta inmadura o infantil, muchas veces nos influye más que nuestra parte adulta y civilizada. A veces, para ser adultos, nos limitamos a lo que “debe hacer” un adulto, pero prevalece nuestra parte sin “domesticar”. Aunque seamos jóvenes, o nos sintamos así, hay varias situaciones en la vida cotidiana en las que nos topamos de frente con “el paso del tiempo”: -Cuando vemos una foto antigua:...
El estrés de los que trabajan.

El estrés de los que trabajan.

El estrés, la inseguridad y la excesiva carga de trabajo están entre los problemas que más preocupan en el ámbito laboral, según una encuesta de la Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo. ¿Las empresas que conoces se preocupan por el volumen de carga de trabajo que dan a sus trabajadores, o se ocupan únicamente de sus ventas y sus resultados? Sabemos la respuesta. El problema es cuando se traspasan ciertos límites, abusando del trabajador, olvidando que es un ser humano. ¿No creéis que el rendimiento laboral sería mejor si lo fueran también las condiciones que aplican a los empleados? Los expertos en gestión de personal así lo opinan. Al trabajar mejor en todos los sentidos, la empresa gana la fidelidad de los colaboradores, y eso genera una confianza mutua entre éstos y los cargos superiores de la que ambos se pueden beneficiar. Pero la vieja visión empresarial de ganar dinero a corto plazo empaña la posibilidad de generarlo por una vía quizá más trabajosa, aunque también más estable y racional. Si consideraran la importancia de invertir en el bienestar del capital humano, las cosas serían bien distintas. Ya no digo sólo invertir económicamente, sino teniendo consideración. Ganarían ese rendimiento que siempre buscan pero que a veces lo hacen por las vías inadecuadas, forzando la resistencia de las personas con excesos de tareas, presiones psicológicas, o ejerciendo abuso de poder. Con mejores condiciones y clima conseguirían trabajadores más comprometidos y motivados, lo que se traduce en menos absentismo, menos rotación y más productividad laboral. ¿Qué son mejores condiciones? Pues podrían ser, por ejemplo: -fomentar la flexibilidad...
Ajuste de expectativas para evitar la frustración.

Ajuste de expectativas para evitar la frustración.

¿Habéis hecho la lista de buenos propósitos para el año nuevo? Venía pensando en ellos cuando he concluido que casi siempre es necesario hacer una reformulación. Si vemos que algunos objetivos no se van a poder cumplir, pero no queremos quitarles mérito a los que sí, tenemos que moderar nuestras exigencias. Una forma eficaz de no dejar que las frustraciones nos tumben es redefinir lo que esperamos de los hechos que ocurren en nuestras vidas y que nos producen esa decepción, desencanto, malestar o pena. Este cambio en lo que inicialmente tenemos previsto y lo que finalmente aceptamos también nos puede servir para atajar los problemas antes de que ocurran, o antes de que nos resulte inevitable definirlos como tales. ¿Pero cómo hacemos esto? Pues realizando un ajuste entre las expectativas que teníamos antes de que ocurriera el evento en cuestión y lo que realmente ha resultado. Esto, en realidad, es algo que hacemos continuamente en la vida, y nos sirve para adaptarnos de la manera más óptima posible al resultado real de los acontecimientos… y seguir siendo felices, a pesar de todo. A veces lo hacemos de forma automática, sin darnos cuenta, porque de alguna forma vamos a lo práctico e intuimos que nos será útil cambiar el chip para no desanimarnos, alcanzar nuestros objetivos o disfrutar más de la vida. Otras veces nos supone un esfuerzo para el que parece que no estamos preparados. Ejemplos de situaciones cotidianas que requieren un ajuste de expectativas serían: -Para un día que esperábamos que fuera bien y ha sido difícil. Es fácil que tengamos la tentación de pensar “qué desastre”,...
Afrontando miedos.

Afrontando miedos.

Un dicho popular que es cierto es que “la mejor forma de acabar con un miedo es hacerle frente”. Seguro que has afrontado y superado alguna vez una situación que temías. Pero ¿sabemos los mecanismos psicológicos que intervienen en este proceso? Cuando enfrentamos algo a lo que temíamos con mucha intensidad, se producen en nosotros una serie de cambios positivos: -A nivel físico o fisiológico, al principio puede haber sensación de vértigo o aprensión, de estar en la cuerda floja, pero poco a poco nos podemos sentir liberados de estas sensaciones negativas y de la tensión muscular que aparecía simplemente con pensar en el acercamiento, y pueden ir surgiendo sensaciones agradables que nos indican que “algo está cambiando”. Se acabó el temblor, el ahogo, el mareo, el sudor, la opresión. Podemos sentirnos fuertes, estables, íntegros y capaces. -A nivel cerebral o neurológico, se establecen nuevas conexiones neuronales que nos permiten ver el objeto o la situación en cuestión desde una perspectiva renovada. Metafóricamente, se quita la etiqueta de “prohibido el paso” que le pusimos previamente, y se sustituye por otra que dice “se puede entrar sin problemas”. El cambio de esta etiqueta simbólica es crucial porque nuestro cerebro es muy obediente con la clasificación que hemos hecho, y si le decimos que algo es peligroso o tabú, nos protegerá del contacto con ello. -Con respecto a nuestros pensamientos o nivel cognitivo, donde antes había sombras, oscuridad y miedo éstas se disipan y aparece la claridad cristalina y la nitidez. Nos damos cuenta en poco tiempo de que nuestra visión estaba empañada por un velo oscuro que no nos permitía...
Ponte metas.

Ponte metas.

Mantener la motivación es algo que puede parecer complicado cuando sentimos que nos acucian los problemas difíciles de resolver, y sin embargo es uno de los mejores trucos para mantenernos felices. Cuando cultivamos nuestras motivaciones, encontramos nuevas o rescatamos las antiguas, podemos estar librándonos de caer en una depresión aunque sintamos que las circunstancias nos han superado. Porque la motivación trae consigo la ilusión, la actividad, el buen humor, la frescura y muchísimas cualidades que nos ayudarán a salir del bajón o a sortear la ola sin dejarnos arrastrar por ella. Si perdemos la motivación nos será muy difícil salir del estado de apatía, donde todo parece dar igual, y de desesperanza, donde no vemos posible un cambio en nuestro futuro. Entonces quedaríamos anclados en un estado insulso y monótono, como muertos en vida, porque sería una vida que no nos aporta nada positivo. La motivación vendría a ser como la gasolina, porque nos da fuerzas para movernos y hacer las cosas que nos propongamos: estudiar, trabajar, aprender cualquier nueva disciplina, abordar un proyecto personal o profesional… Y si en el camino nos desmotivamos, recordamos la ilusión que nos hace llegar a la meta y eso puede ser suficiente para tomar impulso de nuevo y seguir luchando. Porque tenemos una meta. Trabajar por una meta puede ser lo mismo que perseguir un sueño, aunque esta última forma de decirlo está mucho más de moda. ¿Y por qué vende tanto esta idea en el mundo de la autoayuda y del coaching? Porque puede ser el motivo por el que sigamos funcionando, puede ser de ahí de donde saquemos la energía....