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Ponte metas.

Ponte metas.

Mantener la motivación es algo que puede parecer complicado cuando sentimos que nos acucian los problemas difíciles de resolver, y sin embargo es uno de los mejores trucos para mantenernos felices. Cuando cultivamos nuestras motivaciones, encontramos nuevas o rescatamos las antiguas, podemos estar librándonos de caer en una depresión aunque sintamos que las circunstancias nos han superado. Porque la motivación trae consigo la ilusión, la actividad, el buen humor, la frescura y muchísimas cualidades que nos ayudarán a salir del bajón o a sortear la ola sin dejarnos arrastrar por ella. Si perdemos la motivación nos será muy difícil salir del estado de apatía, donde todo parece dar igual, y de desesperanza, donde no vemos posible un cambio en nuestro futuro. Entonces quedaríamos anclados en un estado insulso y monótono, como muertos en vida, porque sería una vida que no nos aporta nada positivo. La motivación vendría a ser como la gasolina, porque nos da fuerzas para movernos y hacer las cosas que nos propongamos: estudiar, trabajar, aprender cualquier nueva disciplina, abordar un proyecto personal o profesional… Y si en el camino nos desmotivamos, recordamos la ilusión que nos hace llegar a la meta y eso puede ser suficiente para tomar impulso de nuevo y seguir luchando. Porque tenemos una meta. Trabajar por una meta puede ser lo mismo que perseguir un sueño, aunque esta última forma de decirlo está mucho más de moda. ¿Y por qué vende tanto esta idea en el mundo de la autoayuda y del coaching? Porque puede ser el motivo por el que sigamos funcionando, puede ser de ahí de donde saquemos la energía....
Ser empleado o desempleado: ésa es la cuestión.

Ser empleado o desempleado: ésa es la cuestión.

En mi experiencia como orientadora laboral, observé cómo los jóvenes veían mermadas sus ilusiones cuando, después de haber estudiado para especializarse, no encontraban salidas profesionales. Y cómo a los mayores, después de pasar toda la vida trabajando, les despedían y les limitaban su vida laboral antes de que hubiera terminado, dejándoles sin la principal actividad que llenaba su vida de sentido y casi sin pensión. Pero esto es algo que ya sabemos por las estadísticas, cuando nos hablan sobre las personas con más vulnerabilidad en el mercado. Lo que me pareció más interesante fue el hecho de estar en contacto con la realidad de sus vidas y las diferentes percepciones de esas realidades, que además en ocasiones coincidían bastante con mi propia visión, puesto que yo también he sido empleada y desempleada. A lo que me refiero es a cómo cambia el enfoque del día a día de una persona con y sin empleo. Voy a permitidme generalizar: La persona que tiene empleo tiene clara su misión y su rutina, cuál es su sitio, sus tareas u objetivos del día, y sus planes después del trabajo pueden ir enfocados a relajarse, a pasarlo bien o a mejorar su calidad de vida en algún aspecto. Puede apetecerle dedicar su tiempo y sus energías a probar nuevos hobbies o a variar sus actividades, como por ejemplo adquirir una bicicleta de paseo, irse de viaje en sus vacaciones, ir al cine o cenar fuera de casa. Puede plantearse nuevos proyectos vitales, como cambiar de casa, sin que ello suponga un sacrificio… En definitiva, se eleva un escalón en la famosa pirámide de necesidades...