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¿Te sabes organizar? Di la verdad… (Parte II)

¿Te sabes organizar? Di la verdad… (Parte II)

El aprovechamiento de nuestro tiempo depende de la capacidad de gestionarlo bien. El tiempo es un recurso, y como todo recurso, podemos utilizarlo mejor o peor. Para dominar la gestión del tiempo es necesario establecer un equilibrio entre el corto plazo (tareas cotidianas) y el largo plazo (prever el futuro). 6 acciones que trabajó Patricia para gestionar mejor el tiempo: 1) Planificar: Hacer un plan de actuación antes de empezar, para no caer en la trampa de actuar con improvisación, reaccionando ante lo que ocurre. Enumerar metas diarias, que puede hacerse tanto en una agenda como en una hoja suelta. Lo importante es la finalidad: tener a mano las tareas que tengamos que hacer en una lista limitada, para poder ir tachando elementos de la lista y poder ver nuestro avance. Debe ser flexible y dejar un margen para adaptarse a los imprevistos diarios, pero con intención de cumplirlo para sentir control. 2) Distribuir: Asignar a cada actividad un espacio en el horario: siendo realistas y no creyendo que una actividad se desempeña en el mismo tiempo que utilizamos para pensar en ella (un segundo o menos). Recordar que una tarea puede tener unos pasos y tendremos que pasar por todos ellos para terminarla. Saber el tiempo que dedicamos a cada cosa, para ver si está bien distribuido. Por ejemplo, si tenemos 100 minutos y 10 cosas para hacer, podríamos dedicar 10 minutos a cada cosa. 3) Definir la prioridad y el objetivo de cada actividad, para poder emplear un tiempo proporcional a su importancia: ¿Qué es lo más urgente, y por tanto tenemos más prisa por terminar? Cuidado, porque muchas veces...
¿Te sabes organizar? Di la verdad… (Parte I)

¿Te sabes organizar? Di la verdad… (Parte I)

“Nadie tiene suficiente tiempo. Sin embargo, todos tenemos todo el que hay”. Patricia fue a consulta porque tenía la sensación de estar sobrecargada. En el trabajo siempre iba a galope, apagando fuegos conforme se los encontraba, y sintiendo que nunca estaba al día con nada. Como consecuencia, muchas veces utilizaba su tiempo de ocio para adelantar tareas de trabajo. Sentía que su vida no le pertenecía. Esto le provocaba ansiedad, muchos pensamientos oscuros y bajaba su motivación. “No sé qué hago con el tiempo, que se me va. No lo entiendo, porque trabajo las mismas horas que todo el mundo.”, “No puedo quedar con nadie a charlar, no tengo ni un hueco”, “No puedo seguir así”. Todas estas quejas y algunas más tenía Patricia cuando acudió a consulta. La sensación de falta de tiempo era su principal motivo de estrés y agobio. “No sé delegar, porque no me fío. En el fondo creo que mejor que hago yo ciertas cosas no lo haría nadie, así que lo único que consigo es asumir más trabajo del que me toca.” De ahí venía en parte su sobrecarga y su fatiga. Estar exhausta le llevaba a estar desconcentrada y esto último, a cometer más errores. Y al final se sentía muy mal. “No sé calcular la cantidad de tiempo necesario para hacer las tareas y suelo creer que cabe más trabajo en mi jornada del que realmente cabe, de modo que mi lista de tareas pendientes va en aumento, lo cual me frustra.” Y claro, ofuscada no se siente capaz de tomar algunas decisiones, y entonces acumula más tareas pendientes, entrando en un...
Vivir es tener problemas.

Vivir es tener problemas.

Nos pasamos la vida anhelando la ausencia de problemas. Queremos ver nuestro camino libre de piedras, queremos sentir que podemos manejar los hilos de la vida libres de nudos. Como si fuera posible vivir en la absoluta estabilidad y armonía, oyendo únicamente el canto de los pajaritos o el sonido del mar. Pero no es así. El día a día es una sucesión de problemas, grandes y pequeños. Hay obstáculos que hemos de superar, situaciones que hay que resolver, y decisiones difíciles que debemos tomar. Es fácil que nuestros intereses choquen con los de otros y que se produzca un conflicto en alguna de sus ilimitadas formas. Es inevitable que alguien nos pida un favor en algún momento al que no sepamos qué responder. La vida está repleta de contratiempos, imprevistos que alteran nuestros planes, equivocaciones, fracasos o decepciones. No es posible tenerlo siempre todo solucionado. En un momento puntual se puede ver cumplido este deseo, podemos sentirnos plenos y felices, pero no de forma estable y duradera. Los problemas aparecen en nuestras vidas, aunque en cada momento los podamos ver desde una perspectiva distinta debido a la experiencia o la madurez alcanzadas. Solemos considerar problemas a las situaciones cotidianas y normativas (que le ocurren a la mayoría de la gente) que nos vamos encontrando a lo largo del día a día. No nos referimos a desgracias o tragedias puntuales de impacto incuestionable. Esas piedrecitas que nos encontramos en el camino y que a veces se nos meten en el zapato y dificultan nuestra marcha, van a estar ahí queramos o no, y pretender querer una vida sin ellas...
Resistencia al estrés (Parte II).

Resistencia al estrés (Parte II).

-Apoyo social: tener amigos, colegas y conocidos, es necesario. Poder contar con gente con la que poder hacer bromas, hablar de cosas triviales y en algún momento poder confiar en alguien, nos permite canalizar nuestro malestar. Hablar de nuestros quebraderos de cabeza de vez en cuando con las personas indicadas puede ser beneficioso también para ordenar las ideas y despejarnos. Sentir la calidez y el afecto de alguien puede ayudarnos a quitarle hierro a una preocupación incipiente y facilita el cambio de prisma. Todo esto contribuye a que veamos el mundo menos deshumanizado. ¡Sin olvidarnos de la risa compartida, que seguro que has comprobado lo bien que sienta! -Proyecto de vida activo: hacer cosas que nos gusten o que nos procuren bienestar a corto o a largo plazo. A veces estas cosas nos apetecerán y otras veces no, y tenemos que saber hacernos cargo aunque signifique retrasar la recompensa. Es importante que tengamos unos objetivos y que nos ocupemos en vez de (pre)ocuparnos. No nos vendrá bien ser demasiado sedentarios. Hay que vencer la inercia, no permitir que la pasividad se adueñe de nosotros. No “vegetar”, no “estar muertos en vida”. Creo que me habéis entendido… 😉 -Afrontamiento de las dificultades cotidianas: tener (o desarrollar) habilidades para afrontar los pequeños contratiempos diarios nos entrenará para manejar situaciones más complicadas en el futuro. Algunos recursos a desarrollar podrían ser: la paciencia, la tolerancia a la frustración, la tolerancia a los demás, la toma de decisiones, la flexibilidad para adaptarnos a las situaciones imprevistas, o saber poner límites para preservar nuestra integridad. -Aficiones gratificantes: dedicarnos a actividades que nos hagan sentir bien...
Resistencia al estrés (Parte I)

Resistencia al estrés (Parte I)

No todas las personas tenemos la misma resistencia frente al estrés, ni la misma capacidad de funcionar bajo presión. No pasa nada porque así sea. Todos tenemos otras cualidades como contrapartida. Seguro que conocéis a alguien que “se ahoga en un vaso de agua”, que es un “Mariangustias” o un manojo de nervios y ve problemas donde no los hay. Y seguro también que conocéis a alguien que es todo lo contrario, que más bien está en medio del océano y dice “no, todo va bien, no me voy a ahogar”. Algunos pensaréis “¿cómo lo hace?”, “¿qué tiene esa persona que no tenga yo?”. Pues probablemente sí tenga algunos rasgos de personalidad que le facilitan mantenerse intacto ante determinadas circunstancias adversas en las que otros flaquearían. Enrique Echeburúa, eminente catedrático de Psicología de la Universidad del País Vasco y muy conocido por su labor en investigación, recopila una lista de elementos que influyen en una mayor resistencia al estrés con el fin de poder llevar a cabo conductas preventivas. Si aprendemos a desarrollar estos hábitos, o a fijarnos y copiar a los que más los practican, podremos desarrollar la fortaleza que nos falta y así estar mejor equipados para dar lo mejor de nosotros mismos en situaciones difíciles. La capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas se llama “resiliencia”, y aunque a muchos no les agrada esta palabra, ya está incluida en el Diccionario de la Lengua Española. Es decir, que la resiliencia se refiere a la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia. Esta cualidad la podemos desarrollar...
Ajuste de expectativas para evitar la frustración.

Ajuste de expectativas para evitar la frustración.

¿Habéis hecho la lista de buenos propósitos para el año nuevo? Venía pensando en ellos cuando he concluido que casi siempre es necesario hacer una reformulación. Si vemos que algunos objetivos no se van a poder cumplir, pero no queremos quitarles mérito a los que sí, tenemos que moderar nuestras exigencias. Una forma eficaz de no dejar que las frustraciones nos tumben es redefinir lo que esperamos de los hechos que ocurren en nuestras vidas y que nos producen esa decepción, desencanto, malestar o pena. Este cambio en lo que inicialmente tenemos previsto y lo que finalmente aceptamos también nos puede servir para atajar los problemas antes de que ocurran, o antes de que nos resulte inevitable definirlos como tales. ¿Pero cómo hacemos esto? Pues realizando un ajuste entre las expectativas que teníamos antes de que ocurriera el evento en cuestión y lo que realmente ha resultado. Esto, en realidad, es algo que hacemos continuamente en la vida, y nos sirve para adaptarnos de la manera más óptima posible al resultado real de los acontecimientos… y seguir siendo felices, a pesar de todo. A veces lo hacemos de forma automática, sin darnos cuenta, porque de alguna forma vamos a lo práctico e intuimos que nos será útil cambiar el chip para no desanimarnos, alcanzar nuestros objetivos o disfrutar más de la vida. Otras veces nos supone un esfuerzo para el que parece que no estamos preparados. Ejemplos de situaciones cotidianas que requieren un ajuste de expectativas serían: -Para un día que esperábamos que fuera bien y ha sido difícil. Es fácil que tengamos la tentación de pensar “qué desastre”,...