645-651-251 calmapsicologia@gmail.com

Ser empleado o desempleado: ésa es la cuestión.

Ser empleado o desempleado: ésa es la cuestión.

En mi experiencia como orientadora laboral, observé cómo los jóvenes veían mermadas sus ilusiones cuando, después de haber estudiado para especializarse, no encontraban salidas profesionales. Y cómo a los mayores, después de pasar toda la vida trabajando, les despedían y les limitaban su vida laboral antes de que hubiera terminado, dejándoles sin la principal actividad que llenaba su vida de sentido y casi sin pensión. Pero esto es algo que ya sabemos por las estadísticas, cuando nos hablan sobre las personas con más vulnerabilidad en el mercado. Lo que me pareció más interesante fue el hecho de estar en contacto con la realidad de sus vidas y las diferentes percepciones de esas realidades, que además en ocasiones coincidían bastante con mi propia visión, puesto que yo también he sido empleada y desempleada. A lo que me refiero es a cómo cambia el enfoque del día a día de una persona con y sin empleo. Voy a permitidme generalizar:

La persona que tiene empleo tiene clara su misión y su rutina, cuál es su sitio, sus tareas u objetivos del día, y sus planes después del trabajo pueden ir enfocados a relajarse, a pasarlo bien o a mejorar su calidad de vida en algún aspecto.

Puede apetecerle dedicar su tiempo y sus energías a probar nuevos hobbies o a variar sus actividades, como por ejemplo adquirir una bicicleta de paseo, irse de viaje en sus vacaciones, ir al cine o cenar fuera de casa.

Puede plantearse nuevos proyectos vitales, como cambiar de casa, sin que ello suponga un sacrificio… En definitiva, se eleva un escalón en la famosa pirámide de necesidades de Maslow, de manera que una vez conseguida la realización profesional o económica (o ambas), la motivación y energía se emplea en cubrir las necesidades del siguiente escalón. Es decir, dedicarse al ocio o a descubrir facetas nuevas de la vida. Porque cuando las necesidades básicas están mínimamente cubiertas, se apunta hacia aspiraciones que van más allá de las seguridades elementales y se toma como prioridad el aumento de la satisfacción.

La persona desempleada que busca trabajo activamente tiene un esquema mental muy distinto. Éste incluye investigar continuamente dónde y cómo puede haber una oportunidad; agotar todas las vías de acceso a un empleo para volver a empezar cuando se ha llegado a la última de la lista; plantearse el autoempleo como posibilidad real arriesgando todos sus recursos en el intento; hacer el esfuerzo de pensar que el panorama que contempla lleno de sombras e incertidumbre también puede estar lleno de posibilidades y ha de tener suficiente fortaleza mental para creer que alguna de ellas llegará a buen puerto; mantener la esperanza de que su estado pueda cambiar en cualquier momento. Cada vez que suena el teléfono, el corazón le da un brinco ante la idea de que las semillas sembradas estén dando frutos.

EV001599

Conocí a una persona que me contó con sentido del humor que estaba desempleado mucho tiempo y recibió una llamada, y mantuvo una conversación en la que dijo que sí a todo, que estaba disponible, con ilusión y nerviosismo, pero no anotó nada, y cuando colgó se dio cuenta de que no se acordaba de cuándo y dónde tenía que acudir, ni siquiera si era para una oferta de empleo o un curso.

Luego está la forma de manejar la vida social. Es muy diferente la identidad/status que te da estar trabajando o no. Una cosa es que te pregunten tus amigos “¿qué tal el curro?” y poder contar los más y los menos de tu profesión. Y otra que esquiven esas preguntas contigo, porque saben tu situación. Así es normal ir perdiendo la identidad profesional. Puedes ser muy buen carpintero, pero si no estás en activo, nadie te asociará a la carpintería.

Igual que teniendo trabajo hay días buenos y malos, para las personas desempleadas también existen altibajos, pero con el agravante de no tener la nómina cada mes, lo que hace más acentuada la bajada porque no hay un incentivo económico que la compense. Entonces se produce una pérdida de perspectiva, de manera que todo lo que se percibe son pérdidas. En esas circunstancias parece imposible ver otros aspectos de la vida y ser optimistas, y es fácil caer en depresión. Y es que tanta incertidumbre continuada no es fácil de gestionar.

Si te ha gustado, compártelo...