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La incomodidad de no ser coherentes.

La incomodidad de no ser coherentes.

A todos nos encanta pensar que somos personas coherentes, pero como seres imperfectos que somos, la realidad es que no siempre conseguimos hacer lo que decimos o lo que pensamos. A la sensación que produce percibirnos incoherentes en psicología se llama disonancia cognitiva, una especie de incomodidad o tensión al ser conscientes de que en nuestro pensamiento hay una encrucijada que no nos cuadra. Por el contrario, ser coherente sería cuando lo que sé, lo que quiero y lo que hago van en la misma línea. Ejemplos de incoherencias serían: Mantener dos ideas incompatibles o contradictorias; decir o pensar una cosa y hacer otra distinta; decidir que hemos dejado de hacer algo y a pesar de eso hacerlo. Si nuestra incoherencia no nos crea incomodidad, entonces es posible que tengamos otros problemas diferentes, como falta de conciencia de un problema, falta de disciplina, falta de autocontrol o falta de motivación. Cuando nuestras creencias no van en el mismo sentido que nuestros actos, podemos hacer dos cosas: -Una es dar más valor a la opción elegida en este momento y darle menos a la alternativa no seleccionada, de forma que damos importancia a lo que más nos interese. Por ejemplo, “por una copa no me va a pasar nada; es sólo algo agradable que me quiero permitir”, o “sólo es un trozo de pastel; luego hago ejercicio y lo quemo. Si no puedo darme un pequeño premio, ¿qué me queda?” Esto explica nuestra tendencia a la autojustificación y la autoindulgencia. Al justificarnos conseguimos reducir la ansiedad que nos provoca nuestra actuación, conseguimos darle una coherencia y una validez. Negamos nuestra...
Es importante que nos premiemos.

Es importante que nos premiemos.

Alfredo ha estado más de un año preparando una oposición y ha aprobado. Cuando se ha enterado, se ha ido con su pareja a la agencia de viajes a buscar uno muy especial. Han elegido un par de semanas en Canadá. Será una buena forma de celebrarlo. Teresa ha encontrado trabajo después de dos años y ha decidido permitirse algunos caprichos y hacer muchas de las cosas que no hacía por no gastar dinero: comprarse ropa y algún collar, ir a la esteticién, cambiar la decoración de su casa, salir a cenar y al cine de vez en cuando… Luis ha tenido una buena semana. Se ha esforzado y ha cumplido sus objetivos. Llega el viernes y ha decidido desconectar y darse caprichos. Saldrá de cervezas con amigos, verá una peli para la que no encontraba el momento, se relajará escuchando música y se comprará algo en la fnac. ¿Qué tienen en común Alfredo, Teresa y Luis? Que se han premiado por sus esfuerzos. Cuando tenemos una meta por alcanzar, o simplemente la vida por vivir, con sus momentos difíciles y sus tragos amargos, nuestra intención es buena: disfrutar del camino, aprender durante el proceso y recoger los resultados que van llegando, por pequeños que sean. Pero a veces nos desmotivamos. Después de todo nuestro esfuerzo los resultados no llegan, o nos parece que tenemos más fuentes de estrés que de ilusión, o el camino se hace aburrido y largo. Cuando ocurre esto puede que nos estemos olvidando de algo importante: premiarnos. Celebrar los pequeños avances es importante, nos ayuda a sentirnos reconfortados y eso lo necesitamos para recargar...
El estrés de los que trabajan.

El estrés de los que trabajan.

El estrés, la inseguridad y la excesiva carga de trabajo están entre los problemas que más preocupan en el ámbito laboral, según una encuesta de la Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo. ¿Las empresas que conoces se preocupan por el volumen de carga de trabajo que dan a sus trabajadores, o se ocupan únicamente de sus ventas y sus resultados? Sabemos la respuesta. El problema es cuando se traspasan ciertos límites, abusando del trabajador, olvidando que es un ser humano. ¿No creéis que el rendimiento laboral sería mejor si lo fueran también las condiciones que aplican a los empleados? Los expertos en gestión de personal así lo opinan. Al trabajar mejor en todos los sentidos, la empresa gana la fidelidad de los colaboradores, y eso genera una confianza mutua entre éstos y los cargos superiores de la que ambos se pueden beneficiar. Pero la vieja visión empresarial de ganar dinero a corto plazo empaña la posibilidad de generarlo por una vía quizá más trabajosa, aunque también más estable y racional. Si consideraran la importancia de invertir en el bienestar del capital humano, las cosas serían bien distintas. Ya no digo sólo invertir económicamente, sino teniendo consideración. Ganarían ese rendimiento que siempre buscan pero que a veces lo hacen por las vías inadecuadas, forzando la resistencia de las personas con excesos de tareas, presiones psicológicas, o ejerciendo abuso de poder. Con mejores condiciones y clima conseguirían trabajadores más comprometidos y motivados, lo que se traduce en menos absentismo, menos rotación y más productividad laboral. ¿Qué son mejores condiciones? Pues podrían ser, por ejemplo: -fomentar la flexibilidad...
Afrontando miedos.

Afrontando miedos.

Un dicho popular que es cierto es que “la mejor forma de acabar con un miedo es hacerle frente”. Seguro que has afrontado y superado alguna vez una situación que temías. Pero ¿sabemos los mecanismos psicológicos que intervienen en este proceso? Cuando enfrentamos algo a lo que temíamos con mucha intensidad, se producen en nosotros una serie de cambios positivos: -A nivel físico o fisiológico, al principio puede haber sensación de vértigo o aprensión, de estar en la cuerda floja, pero poco a poco nos podemos sentir liberados de estas sensaciones negativas y de la tensión muscular que aparecía simplemente con pensar en el acercamiento, y pueden ir surgiendo sensaciones agradables que nos indican que “algo está cambiando”. Se acabó el temblor, el ahogo, el mareo, el sudor, la opresión. Podemos sentirnos fuertes, estables, íntegros y capaces. -A nivel cerebral o neurológico, se establecen nuevas conexiones neuronales que nos permiten ver el objeto o la situación en cuestión desde una perspectiva renovada. Metafóricamente, se quita la etiqueta de “prohibido el paso” que le pusimos previamente, y se sustituye por otra que dice “se puede entrar sin problemas”. El cambio de esta etiqueta simbólica es crucial porque nuestro cerebro es muy obediente con la clasificación que hemos hecho, y si le decimos que algo es peligroso o tabú, nos protegerá del contacto con ello. -Con respecto a nuestros pensamientos o nivel cognitivo, donde antes había sombras, oscuridad y miedo éstas se disipan y aparece la claridad cristalina y la nitidez. Nos damos cuenta en poco tiempo de que nuestra visión estaba empañada por un velo oscuro que no nos permitía...
Tu psicólogo, un aliado.

Tu psicólogo, un aliado.

Cuando Jonás recibió ayuda psicológica hubo un aspecto del que no se atrevió a hablar directamente, pero no porque hubiera nada que lo impidiera, puesto que es algo muy importante para el buen desarrollo de la terapia, sino porque él se centró únicamente en su motivo inicial de consulta. Y este aspecto tan importante del que hablamos es la relación que se establece entre el cliente y el terapeuta. Si ésta es fluida, sincera y cálida, (en definitiva, buena), la probabilidad de que todo vaya bien es mucho más alta. Lidia no se imaginaba que su experiencia con la psicóloga iba a ser tan enriquecedora. Al principio tenía reparos en acudir porque le parecía difícil que alguien que la conociera de nuevas le pudiera comprender o ayudar a superar su problema. Y no sólo ocurrió eso, sino que aprendió recursos de afrontamiento que le servirían ya para el resto de su vida. La “alianza terapéutica”, como también se llama a esta relación, ha sido objeto de estudio por la relevancia que tiene. Para los curiosos: se basa en lo que en el campo se llama “empirismo colaborativo”. Empirismo, porque ambos (cliente y terapeuta) trabajan como dos científicos cuya tarea es poner a prueba las ideas irracionales del cliente. Y colaborativo, porque los dos cooperan conjuntamente para lograr el objetivo. Eso fue lo que ayudó a Lidia a superarse a sí misma. Era como multiplicar por dos las fuerzas para ordenar sus ideas y comprobar cuáles eran aceptables y cuáles desechables. Ella se dejaba guiar por su terapeuta, se entrenaba en las técnicas y llegaba un momento en el que...