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Afrontando miedos.

Afrontando miedos.

Un dicho popular que es cierto es que “la mejor forma de acabar con un miedo es hacerle frente”. Seguro que has afrontado y superado alguna vez una situación que temías. Pero ¿sabemos los mecanismos psicológicos que intervienen en este proceso? Cuando enfrentamos algo a lo que temíamos con mucha intensidad, se producen en nosotros una serie de cambios positivos: -A nivel físico o fisiológico, al principio puede haber sensación de vértigo o aprensión, de estar en la cuerda floja, pero poco a poco nos podemos sentir liberados de estas sensaciones negativas y de la tensión muscular que aparecía simplemente con pensar en el acercamiento, y pueden ir surgiendo sensaciones agradables que nos indican que “algo está cambiando”. Se acabó el temblor, el ahogo, el mareo, el sudor, la opresión. Podemos sentirnos fuertes, estables, íntegros y capaces. -A nivel cerebral o neurológico, se establecen nuevas conexiones neuronales que nos permiten ver el objeto o la situación en cuestión desde una perspectiva renovada. Metafóricamente, se quita la etiqueta de “prohibido el paso” que le pusimos previamente, y se sustituye por otra que dice “se puede entrar sin problemas”. El cambio de esta etiqueta simbólica es crucial porque nuestro cerebro es muy obediente con la clasificación que hemos hecho, y si le decimos que algo es peligroso o tabú, nos protegerá del contacto con ello. -Con respecto a nuestros pensamientos o nivel cognitivo, donde antes había sombras, oscuridad y miedo éstas se disipan y aparece la claridad cristalina y la nitidez. Nos damos cuenta en poco tiempo de que nuestra visión estaba empañada por un velo oscuro que no nos permitía...
Ponte metas.

Ponte metas.

Mantener la motivación es algo que puede parecer complicado cuando sentimos que nos acucian los problemas difíciles de resolver, y sin embargo es uno de los mejores trucos para mantenernos felices. Cuando cultivamos nuestras motivaciones, encontramos nuevas o rescatamos las antiguas, podemos estar librándonos de caer en una depresión aunque sintamos que las circunstancias nos han superado. Porque la motivación trae consigo la ilusión, la actividad, el buen humor, la frescura y muchísimas cualidades que nos ayudarán a salir del bajón o a sortear la ola sin dejarnos arrastrar por ella. Si perdemos la motivación nos será muy difícil salir del estado de apatía, donde todo parece dar igual, y de desesperanza, donde no vemos posible un cambio en nuestro futuro. Entonces quedaríamos anclados en un estado insulso y monótono, como muertos en vida, porque sería una vida que no nos aporta nada positivo. La motivación vendría a ser como la gasolina, porque nos da fuerzas para movernos y hacer las cosas que nos propongamos: estudiar, trabajar, aprender cualquier nueva disciplina, abordar un proyecto personal o profesional… Y si en el camino nos desmotivamos, recordamos la ilusión que nos hace llegar a la meta y eso puede ser suficiente para tomar impulso de nuevo y seguir luchando. Porque tenemos una meta. Trabajar por una meta puede ser lo mismo que perseguir un sueño, aunque esta última forma de decirlo está mucho más de moda. ¿Y por qué vende tanto esta idea en el mundo de la autoayuda y del coaching? Porque puede ser el motivo por el que sigamos funcionando, puede ser de ahí de donde saquemos la energía....