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¿Esa edad tengo yo?

¿Esa edad tengo yo?

Era una mañana cualquiera. José Luis leyó en el periódico “un hombre de 42 años…” y de repente cayó en la cuenta: “anda, pero si yo tengo 42 también”. Se sorprendió. Había visto la noticia con distancia y se había formado su propio estereotipo de esos 42 años, que no encajaba con su imagen de sí mismo. A la hora de activar un estereotipo, nos influyen las ideas preconcebidas que tenemos del mundo, que hemos recibido a través de las películas, las novelas, o cualquier medio que contribuya a crear las imágenes que tenemos del mundo. Todos guardamos estereotipos sobre ciertos conceptos, aunque a veces no nos sirven de mucho. Es curioso cómo vemos la edad distinta si se trata del “otro”, en abstracto, o de nosotros mismos, sobre todo conforme nos hacemos adultos. Se produce una separación entre la edad subjetiva y la objetiva, y los estereotipos nos ayudan a separarlas. Tendemos a imaginar a una persona adulta con determinado aspecto, atuendo, o actitud (de señor o señora), mientras que cada vez son más las personas que alargan su identidad con un aspecto juvenil o desenfadado, que acompañan con una actitud de persona que no se siente particularmente mayor. El niño que llevamos dentro, junto a nuestra faceta inmadura o infantil, muchas veces nos influye más que nuestra parte adulta y civilizada. A veces, para ser adultos, nos limitamos a lo que “debe hacer” un adulto, pero prevalece nuestra parte sin “domesticar”. Aunque seamos jóvenes, o nos sintamos así, hay varias situaciones en la vida cotidiana en las que nos topamos de frente con “el paso del tiempo”: -Cuando vemos una foto antigua:...
Pánico.

Pánico.

El ataque de pánico o crisis de angustia puede ocurrir cuando la ansiedad alcanza niveles muy altos súbitamente y desborda a la persona. Lo característico aquí es notar sensaciones físicas y psicológicas desagradables que no se reconocen y se identifican como peligrosas. Algunas podrían ser: sensación de ahogo, pinchazos en el pecho, mareo, sofoco, sudor, escalofríos, calambres, temblores, sentir que todo es raro, que no se ven las cosas como normalmente… Teresa me contó lo que sintió durante su ataque de pánico: “Es una experiencia verdaderamente horrible, porque tienes la absoluta convicción de que en ese momento estás sufriendo una terrible desgracia física o mental. De hecho, se pueden llegar a sentir muchos de los síntomas de un infarto.” Aunque realmente se trate de ansiedad y por tanto no haya peligro físico, las sensaciones son tan intensas y peculiares que Teresa le daba la peor de las interpretaciones (“me está dando un ataque al corazón”, “me voy a ahogar”, “me estoy volviendo loca”, “me voy a desmayar de un momento a otro”). Estos pensamientos hacen aumentar la ansiedad y se forma un círculo vicioso que parece no tener fin. La mayoría de las personas que sienten palpitaciones no le dan mayor importancia, pero la persona que sufre un ataque de pánico lo interpreta como algo peligroso y se pondrá en marcha el circuito fisiológico de la ansiedad. Se activa el lugar del sistema nervioso donde se aloja el miedo (la amígdala) y después la parte pensante del cerebro, donde se dará la interpretación fatal (“es un infarto, me voy a morir”). Aunque parezca una interpretación exagerada, lo cierto es...