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La ansiedad nos sirvió para sobrevivir.

La ansiedad nos sirvió para sobrevivir.

La ansiedad es una emoción tan común que todos la sentimos a lo largo de nuestra vida, y por lo tanto cualquier persona puede decir algo sobre ella o identificar sus síntomas. La llamamos de muchas maneras: nervios, estrés, tensión, agobio, angustia, agitación… ¿Quién no ha sentido nervios minutos antes de un examen, al entrar al dentista o a una entrevista de trabajo? ¿A quién no se le acelera el corazón y nota un calor súbito si ve un coche acelerando en su dirección?

De hecho, es tan común porque es una respuesta adaptativa de nuestra especie. Esto quiere decir que hemos evolucionado a lo largo de millones de años gracias a ella. Nuestros antepasados podían encontrarse con peligros reales ante los que tenían que desarrollar alguna forma de reaccionar con el fin de conservar la propia vida. Por ejemplo, si se encontraban con un animal salvaje que podía atacarles, tenían que aprender a huir o luchar contra él para salvar el pellejo. Como es una respuesta que nos sirvió para algo vital, se traspasó de generación en generación. Es más, era una ventaja ser nerviosos, porque los que lo fueron sobrevivieron a las amenazas externas gracias a su capacidad de estar alerta y reaccionar con rapidez. Los que se mantenían tranquilos estando en peligro, se arriesgaban a que el animal salvaje acabara con ellos.

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En la actualidad, esta respuesta sigue siendo adaptativa cuando se pone en marcha ante un peligro real, como cuando nos asustamos y reaccionamos rápido evitando así que un coche nos pille. Pero cuando nos asustamos de la misma manera y no hay un peligro real, estamos exagerando involuntariamente nuestra reacción y nuestro malestar ya no será adaptativo sino patológico. Nos hará sufrir innecesariamente y nos incapacitará para llevar a cabo lo que nos propongamos. Ejemplos de peligros no reales son situaciones como un examen, en cuanto que ni en el peor de los casos (que suspendamos) nos va a pasar nada que podamos considerar grave para nuestra integridad.

Hoy en día vivimos en un entorno seguro, en el sentido de que no hay una alta probabilidad de amenaza para nuestra vida que nos pueda pillar desprevenidos. Por eso, cuando reaccionamos ante algunas situaciones como si nuestra vida estuviera en juego, como si nos fueran a fusilar de inmediato, hemos llegado a límites patológicos que no nos sirven para encarar bien los pequeños retos que tengamos delante.  Si llegamos a este punto y se escapa de nuestro control, es entonces cuando hablamos de un problema de ansiedad que requerirá ayuda externa para superarse.

La ansiedad patológica puede ir haciéndose cada vez más intensa y frecuente y hacer a una persona sufrir mucho. Aunque esta persona sabe que a la mayoría de la gente no le ocurre, para ella no hay nada que se pueda hacer al respecto. Muchas veces asumen el problema como parte de sí  mismas, creen que es parte de su forma de ser y por eso no se plantean pedir ayuda. Esto hace que acaben llevando vidas muy limitadas porque su problema les impide hacer muchas cosas y cada vez más, puesto que se generaliza con facilidad.

Para el que no ha sufrido un trastorno de ansiedad no es fácil entender la intensidad que puede llegar a alcanzar, la angustia y el miedo que genera. Si se solapan varios, puede ser motivo de aislamiento de la persona, que encontrará varios focos de miedo y por tanto cosas que cree no poder afrontar.  Son problemas que se padecen en silencio. Pueden pasar muchos años antes de que una persona con un trastorno de ansiedad pida ayuda o consejo, pero afortunadamente existen tratamientos eficaces independientemente del tiempo que se lleve arrastrando.

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