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¿Esa edad tengo yo?

¿Esa edad tengo yo?

Era una mañana cualquiera. José Luis leyó en el periódico “un hombre de 42 años…” y de repente cayó en la cuenta: “anda, pero si yo tengo 42 también”. Se sorprendió. Había visto la noticia con distancia y se había formado su propio estereotipo de esos 42 años, que no encajaba con su imagen de sí mismo. A la hora de activar un estereotipo, nos influyen las ideas preconcebidas que tenemos del mundo, que hemos recibido a través de las películas, las novelas, o cualquier medio que contribuya a crear las imágenes que tenemos del mundo. Todos guardamos estereotipos sobre ciertos conceptos, aunque a veces no nos sirven de mucho. Es curioso cómo vemos la edad distinta si se trata del “otro”, en abstracto, o de nosotros mismos, sobre todo conforme nos hacemos adultos. Se produce una separación entre la edad subjetiva y la objetiva, y los estereotipos nos ayudan a separarlas. Tendemos a imaginar a una persona adulta con determinado aspecto, atuendo, o actitud (de señor o señora), mientras que cada vez son más las personas que alargan su identidad con un aspecto juvenil o desenfadado, que acompañan con una actitud de persona que no se siente particularmente mayor. El niño que llevamos dentro, junto a nuestra faceta inmadura o infantil, muchas veces nos influye más que nuestra parte adulta y civilizada. A veces, para ser adultos, nos limitamos a lo que “debe hacer” un adulto, pero prevalece nuestra parte sin “domesticar”. Aunque seamos jóvenes, o nos sintamos así, hay varias situaciones en la vida cotidiana en las que nos topamos de frente con “el paso del tiempo”: -Cuando vemos una foto antigua:...
Es importante que nos premiemos.

Es importante que nos premiemos.

Alfredo ha estado más de un año preparando una oposición y ha aprobado. Cuando se ha enterado, se ha ido con su pareja a la agencia de viajes a buscar uno muy especial. Han elegido un par de semanas en Canadá. Será una buena forma de celebrarlo. Teresa ha encontrado trabajo después de dos años y ha decidido permitirse algunos caprichos y hacer muchas de las cosas que no hacía por no gastar dinero: comprarse ropa y algún collar, ir a la esteticién, cambiar la decoración de su casa, salir a cenar y al cine de vez en cuando… Luis ha tenido una buena semana. Se ha esforzado y ha cumplido sus objetivos. Llega el viernes y ha decidido desconectar y darse caprichos. Saldrá de cervezas con amigos, verá una peli para la que no encontraba el momento, se relajará escuchando música y se comprará algo en la fnac. ¿Qué tienen en común Alfredo, Teresa y Luis? Que se han premiado por sus esfuerzos. Cuando tenemos una meta por alcanzar, o simplemente la vida por vivir, con sus momentos difíciles y sus tragos amargos, nuestra intención es buena: disfrutar del camino, aprender durante el proceso y recoger los resultados que van llegando, por pequeños que sean. Pero a veces nos desmotivamos. Después de todo nuestro esfuerzo los resultados no llegan, o nos parece que tenemos más fuentes de estrés que de ilusión, o el camino se hace aburrido y largo. Cuando ocurre esto puede que nos estemos olvidando de algo importante: premiarnos. Celebrar los pequeños avances es importante, nos ayuda a sentirnos reconfortados y eso lo necesitamos para recargar...
El estrés de los que trabajan.

El estrés de los que trabajan.

El estrés, la inseguridad y la excesiva carga de trabajo están entre los problemas que más preocupan en el ámbito laboral, según una encuesta de la Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo. ¿Las empresas que conoces se preocupan por el volumen de carga de trabajo que dan a sus trabajadores, o se ocupan únicamente de sus ventas y sus resultados? Sabemos la respuesta. El problema es cuando se traspasan ciertos límites, abusando del trabajador, olvidando que es un ser humano. ¿No creéis que el rendimiento laboral sería mejor si lo fueran también las condiciones que aplican a los empleados? Los expertos en gestión de personal así lo opinan. Al trabajar mejor en todos los sentidos, la empresa gana la fidelidad de los colaboradores, y eso genera una confianza mutua entre éstos y los cargos superiores de la que ambos se pueden beneficiar. Pero la vieja visión empresarial de ganar dinero a corto plazo empaña la posibilidad de generarlo por una vía quizá más trabajosa, aunque también más estable y racional. Si consideraran la importancia de invertir en el bienestar del capital humano, las cosas serían bien distintas. Ya no digo sólo invertir económicamente, sino teniendo consideración. Ganarían ese rendimiento que siempre buscan pero que a veces lo hacen por las vías inadecuadas, forzando la resistencia de las personas con excesos de tareas, presiones psicológicas, o ejerciendo abuso de poder. Con mejores condiciones y clima conseguirían trabajadores más comprometidos y motivados, lo que se traduce en menos absentismo, menos rotación y más productividad laboral. ¿Qué son mejores condiciones? Pues podrían ser, por ejemplo: -fomentar la flexibilidad...
Vivir es tener problemas.

Vivir es tener problemas.

Nos pasamos la vida anhelando la ausencia de problemas. Queremos ver nuestro camino libre de piedras, queremos sentir que podemos manejar los hilos de la vida libres de nudos. Como si fuera posible vivir en la absoluta estabilidad y armonía, oyendo únicamente el canto de los pajaritos o el sonido del mar. Pero no es así. El día a día es una sucesión de problemas, grandes y pequeños. Hay obstáculos que hemos de superar, situaciones que hay que resolver, y decisiones difíciles que debemos tomar. Es fácil que nuestros intereses choquen con los de otros y que se produzca un conflicto en alguna de sus ilimitadas formas. Es inevitable que alguien nos pida un favor en algún momento al que no sepamos qué responder. La vida está repleta de contratiempos, imprevistos que alteran nuestros planes, equivocaciones, fracasos o decepciones. No es posible tenerlo siempre todo solucionado. En un momento puntual se puede ver cumplido este deseo, podemos sentirnos plenos y felices, pero no de forma estable y duradera. Los problemas aparecen en nuestras vidas, aunque en cada momento los podamos ver desde una perspectiva distinta debido a la experiencia o la madurez alcanzadas. Solemos considerar problemas a las situaciones cotidianas y normativas (que le ocurren a la mayoría de la gente) que nos vamos encontrando a lo largo del día a día. No nos referimos a desgracias o tragedias puntuales de impacto incuestionable. Esas piedrecitas que nos encontramos en el camino y que a veces se nos meten en el zapato y dificultan nuestra marcha, van a estar ahí queramos o no, y pretender querer una vida sin ellas...
Resistencia al estrés (Parte II).

Resistencia al estrés (Parte II).

-Apoyo social: tener amigos, colegas y conocidos, es necesario. Poder contar con gente con la que poder hacer bromas, hablar de cosas triviales y en algún momento poder confiar en alguien, nos permite canalizar nuestro malestar. Hablar de nuestros quebraderos de cabeza de vez en cuando con las personas indicadas puede ser beneficioso también para ordenar las ideas y despejarnos. Sentir la calidez y el afecto de alguien puede ayudarnos a quitarle hierro a una preocupación incipiente y facilita el cambio de prisma. Todo esto contribuye a que veamos el mundo menos deshumanizado. ¡Sin olvidarnos de la risa compartida, que seguro que has comprobado lo bien que sienta! -Proyecto de vida activo: hacer cosas que nos gusten o que nos procuren bienestar a corto o a largo plazo. A veces estas cosas nos apetecerán y otras veces no, y tenemos que saber hacernos cargo aunque signifique retrasar la recompensa. Es importante que tengamos unos objetivos y que nos ocupemos en vez de (pre)ocuparnos. No nos vendrá bien ser demasiado sedentarios. Hay que vencer la inercia, no permitir que la pasividad se adueñe de nosotros. No “vegetar”, no “estar muertos en vida”. Creo que me habéis entendido… 😉 -Afrontamiento de las dificultades cotidianas: tener (o desarrollar) habilidades para afrontar los pequeños contratiempos diarios nos entrenará para manejar situaciones más complicadas en el futuro. Algunos recursos a desarrollar podrían ser: la paciencia, la tolerancia a la frustración, la tolerancia a los demás, la toma de decisiones, la flexibilidad para adaptarnos a las situaciones imprevistas, o saber poner límites para preservar nuestra integridad. -Aficiones gratificantes: dedicarnos a actividades que nos hagan sentir bien...